Black Coal Thin Ice, de Diao Yinan, es una película china del género policial, ganadora del oso de oro en el pasado festival de Berlín y que llama mucho la atención por varias cosas.
La primera es que a pesar de tener los típicos elementos del film noir (policía autodestructivo atormentado con un pasado turbio, mujer fatal, intento de redención, marginalidad) es una película que al mismo tiempo tiene características de la nueva narrativa oriental del cine de autor, recordando a ratos al cine de Hong Sang Soo o el de Tsai Ming Lian.
La anécdota es bastante clásica para una película del género. En 1999 en el norte de China, trozos de un cuerpo humano aparecen enterrados en el carbón en una planta termoeléctrica y un grupo de policías comienza una serie de interrogatorios, partiendo por la mujer de la supuesta víctima. La película se centra en uno de los policías, Zhang Zili , alcohólico, violento y que acaba de divorciarse, por lo que no se encuentra del todo concentrado en su trabajo. Una noche, en un descuido, un sospechoso mientras es interrogado saca un arma y mata a dos detectives, hecho que termina de destruir a Zhang Zili profesional y psicológicamente. Pasan los años y Zhang Zili está desempleado y solitario, vagando por las calles de una ciudad congelada cuando otros cuerpos son hallados en similares condiciones a las del asesinato cometido años atrás lo que le motiva a retomar el hilo de la investigación, comenzando por Wu Zhizhen la bella y misteriosa mujer de la víctima del primer asesinato, quien está conectada sentimentalmente con las nuevas víctimas, convirtiéndola en el centro de atención de las autoridades. A poco andar surge una relación sentimental entre ambos y evidentemente que Wu Zhizhen sabe más de lo que cuenta.
De buenas a primeras se podría pensar que se trata de una película más del género del cine negro, pero hay una serie de características que nos remiten a otro universo. Narrativamente la cinta no avanza unidireccionalmente rumbo a la solución del crimen. Ni siquiera nos lleva siempre en la dirección de la evolución del personaje principal. Hay largos planos donde aparentemente no sucede nada y de manera muy poética, se nos sugiere el mundo interior de los personajes mediante imágenes muy bellas de nubes, fuegos artificiales y oscuras estaciones de tren.
Hay pocas escenas de acción y la violencia no es el epicentro del relato, tratándose eso sí, de una cinta opresiva, que deja la sensación de que los personajes están atrapados en su propio anonimato, en una China descomunal donde lo que les suceda no tiene mucha importancia. La acción se desarrolla en lugares anónimos de la ciudad con muy poca luz. No hay música incidental (o no se nota) y hay largos planos, a diferencia de la acción trepidante con un montaje con cortes excesivos al que estamos acostumbrados. Por estas razones puede ser una cinta que decepcione a quien crea encontrarse con la versión china de Old Boy, pero se trata de un thriller diferente, que propone una nueva mirada sobre un género en cierta medida agotado.
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