sábado, 20 de diciembre de 2014

Las nuevas poéticas del cine asiático

El cine comercial en su vocación de espectáculo se basa en la repetición, abordando la misma historia desde diferentes aproximaciones narrativas y estéticas o valiéndose de novedades tecnológicas, pero siempre al servicio de la representación del cuento concebido a partir de la premisa del viaje que debe emprender el héroe para resolver un problema que pone en jaque su existencia.

Como respuesta, a lo largo de la historia del cine ha habido cineastas que han hecho esfuerzos por apartarse del mainstream, tratando de subvertir lo que ellos han considerado paradigmas de la industria, tratando de elaborar un discurso propio, una narrativa diferente a la establecida en las bases de la industria. Fue el caso en su momento de los cineastas de post guerra en Europa (neorrealismo en Italia y nueva ola en Francia) y posteriormente los del fallido Dogma, todas ellas corrientes que tuvieron su eco en las cinematografías orientales y que por razones comerciales no fueron populares en occidente.

Actualmente hay varios cineastas tanto en Europa, como en América y Asia que no obedecen a las estructuras clásicas del relato en su cine o bien, que están más interesados en lo que ocurre en las periferias, poblando sus filmografías con personajes marginales que se desenvuelven en los extramuros y cuyas historias lejos de ser épicas, no pasan de ser anécdotas o un asomo a la cotideaneidad de sus existencias.

Se trata de un cine de preguntas y no de respuestas como la ha definido Michael Haneke, fiel representante de esta nueva narrativa junto a otros cineastas occidentales como Leo Carax (Holly Motors), Gaspar Noé (Enter the Void), Jim Jarmusch (Dead Man, 1995) y Carlos Reygadas (Post Tenebras Lux, 2012), por mencionar a algunos de los favoritos de los festivales.

No obstante, en los último años han sido los asiáticos quienes han representado con más fuerza esta nueva forma de hacer cine. Se trata de autores que, en respuesta al exagerado mercantilismo que ha caracterizado al desarrollo del cine en sus respectivos países, reniegan de las estructuras clásicas y de los géneros, o bien los utilizan exageradamente elaborando un cine caricaturesco (Takeshi Kitano y Takashi Miike son los ejemplos más notables de ello en Japón)

Nuestra Sunhi, 2013. Película de Hong Sang-soo
Corea del sur, país que desde mediados de la década de los noventa ha experimentado un crecimiento sin paralelo de su industria cinematográfica, está pasando por una especie de agotamiento creativo, evidente en el excesivo número de películas que año a año produce, casi todas con temáticas que giran en torno a asesinos en serie, secuestradores de niños, venganzas sangrientas y mucha violencia no siempre justificada. En respuesta, autores como Hong Sang-soo (Woman is the Future of Man, 2004 y Nuestra Sunhi, 2013), Lee Chang-dong (Poetry, 2010 y Secret Sunshine, 2007) y el popular Kim Ki-Duk (El arco, 2005) acaparan la atención internacional cada año con sus películas sobre lo cotidiano, el desencuentro, la incomunicación o la melancolía, con personajes que transitan por territorios fronterizos en una permanente búsqueda (Hong Sang-soo sitúa sus historias en barrios periféricos de Seúl y los personajes de Kim ki Duk viven siempre en pequeñísimos espacios en lugares indefinidos).

Se trata de cinematografías que cuentan trozos de historias, sin un principio y un desenlace propiamente tales. Los espectadores principiantes en este tipo de cine deben hacer uso de mucha fuerza de voluntad para no abandonar la sala o presionar el stop del control remoto, pero cuando se logra superar esa barrera, la recompensa es la sensación de haber entrado durante un tiempo indefinido en otro mundo, como un sueño o una vivencia no siempre agradable, pero intensa.  Es lo que pasa con películas como The River (1997), del Taiwanés Tsai Ming Liang, que tiene un ritmo de letanía en un ambiente extremadamente húmedo y con personajes enfermos, que producen una angustia pegajosa que solo se acrecienta a medida que la película avanza. Algo parecido pasa con cualquiera de las películas del taiwanés Apichatpong Weerasethakul, como por ejemplo Uncle Bonmee (2010) en la cual se nos lleva como espectadores en un viaje onírico por las emociones del personaje protagonista y la relación con sus antepasados en una Tailandia misteriosa, colorida y calurosa, pero a la vez muy lejos de todos los cliché que en torno a ella pueblan el cine.

Si bien es muy difícil y probablemente estéril tratar de encontrar un corpus en torno a la filmografía de todos estos cineastas, dado lo diverso de sus películas y planteamientos, es posible afirmar que todos tienen en común el interés central en el ser humano y sus relaciones y no en la anécdota o el conflicto, el que cuando está presente se subordina a la reflexión en torno a alguno de los temas antes mencionados. A continuación, algunas de las películas que a mi juicio son representativas de esta manera de hacer cine.


Uncle Bonmee (ลุงบุญมีระลึกชาติ; 2010)

Tropical Malady (สัตว์ประหลาด, 2004)

The River (河流, 1997)

The Wayward Cloud (天邊一朵雲,  2005)































Woman Is the Future of Man
(여자는 남자의 미래다, 2004)

The Day a Pig Fell into the Well
(돼지가 우물에 빠진 날, 1996)













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