El Imperio de las Pasiones es la siguiente realización de Nagisa Oshima luego de El Imperio de los Sentidos, no obstante a pesar de la similitud de títulos y del actor protagonista, se trata de películas muy diferentes.
Ambas comparten el hecho de narrar la historia de una pasión exacerbada, la de una pareja maldita que sobrelleva su relación aislada de su entorno. Pero El Imperio de las Pasiones no tiene la vocación provocadora e irreverente que suele encontrarse en la filmografía de Oshima. Es una película bastante más convencional que su predecesora en todo sentido, incluyendo el tratamiento de la sexualidad que en esta película está dentro de lo esperable para la época. Comparten ambas eso sí, el sentido de claustrofobia, no física sino más bien existencial puesto que esta película está filmada casi completamente en exteriores y en paisajes naturales.
La historia, ambientada a finales del siglo XIX en el Japón rural, es la de Seki (Kazuko Yoshiyuki), una campesina que vive una vida feliz con su marido Gisaburo (Takahiro Tamura) y su pequeño hijo en un pueblo perdido en medio de la ruralidad de Japón, hasta que su existencia se ve alterada por la aparición de Toyoji (Tatsuya Fuji), un joven soldado que ha regresado hace poco de la guerra y que la seduce, convirtiéndose de este modo en amantes.
La vida en el pueblo está fuertemente marcada por las estaciones y Oshima hace hincapié en esta idea del ciclo en la existencia de los personajes, a través de la insistente presencia de la rueda (Gisaburo es el hombre del carrito del pueblo). Esta monotonía ha sido rota para Seki y Toyoji gracias a la relación clandestina que han iniciado, pero que no es sostenible en un pueblo tan chico. Ante la insoportable idea de tener que volver a su existencia normal y separarse, Toyoji le propone a Seki asesinar a Gisaburo, a lo que ésta en su debilidad, accede.
Estrangulan a Gisaburo y arrojan el cuerpo a un pozo profundo con la esperanza de que nunca sea encontrado. Todo parece salir bien, no obstante la pareja debe seguir viéndose a escondidas a fin de no despertar sospechas dado que no tienen explicación plausible para la repentina desaparición de Gisaburo.
Pero al cabo de tres años, Gisaburo comienza a aparecérsele a Seki primero en sueños y después en situaciones cotidianas. Oshima elabora de este modo una película que contiene los típicos elementos del género Kaidan, es decir historias de fantasmas japonesas, excepto que ésta no es una película de género alguno, puesto que no se trata de una película de terror. El fantasma de Gisaburo no se manifiesta para buscar venganza y si bien hay elementos expresionistas en la película (fuertes contrastes de colores, luces y sombras), no queda claro si el fantasma se trata más bien del producto de la paranoia de los protagonistas.
La historia está ambientada en un momento histórico de cambios en Japón, cuando el Estado comienza a modernizarse después de la guerra Sino Japonesa y todas las tradiciones incluyendo el rol histórico de la mujer, están siendo cuestionados. Los protagonistas pueden entenderse entonces, como una especie de víctimas de este mundo agonizante en el que les ha tocado vivir, pero Oshima no desarrolla la historia a partir de estos elementos, sino que más bien elabora un magnífico relato sobre la culpa y el castigo, el que le fue reconocido en el festival de Cannes de 1978 cuando se le otorgó el premio al mejor director por El Imperio de las Pasiones.
Dirigida por: Nagisa Oshima
Escrita por: Nagisa Oshima, Itoko Nakamura
Protagonizada por: Kazuko Yoshiyuki, Tatsuya Fuji, Takahiro Tamura, Takuzo Kawatani, Akiko Koyama
Musica de: Toru Takemitsu
Editada por: Keiichi Uraoka
Distribuida por: Toho Towa
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