El cine nipón, de trayectoria casi tan antigua como el cine
mismo, se ha caracterizado por sus discursos y significados que giran en torno
o hacen directa alusión a las relaciones humanas determinadas por el peso de
las tradiciones y de los códigos de lealtad, sumisión y obediencia, conceptos
que adquieren particular relevancia en una sociedad tan jerarquizada como la
japonesa, en especial aquella de los períodos Edo y Meiji.
El cine de los más grandes cineastas de Japón gira en torno
a estos conceptos. Es el caso de Yasujiro Ozu, Mikio Naruze y el prolífico
Kenji Mizogushi, caracterizándose el cine de estos tres directores, por el
protagonismo que otorgan a la mujer.
Catalogado por muchos como un cineasta ecléctico por la gran
variedad de temas y épocas que abordó a lo largo de su carrera, Mizogushi es un
cineasta recordado sobre todo por sus películas posteriores a la segunda guerra
mundial, particularmente aquellas rodadas en la década de 1950. En este período filmó las que son consideradas sus obras maestras y se dio a conocer en
occidente como autor.
Anju se sacrifica para salvar a su hermano Zushio en El Intendente Sansho (1954)
Claramente hay elementos comunes en este corpus fílmico. Las
películas pueden estar protagonizadas por hombres o por mujeres, pero estas
últimas ya sea por presencia o ausencia juegan un rol clave en el destino de
los protagonistas, desencadenando los hechos o conduciéndolos hasta su
desenlace. Aún cuando se trate de películas protagonizadas por hombres, toda la
historia gira en torno a una figura femenina.
Generalmente se trata de historias de amores imposibles como
el de una señora noble y un trabajador socialmente inferior y el consecuente
castigo para ambos. Siempre está presente la figura del amo o patrón abusador e inhumano
(¿reflejo de la abusiva figura paterna del propio cineasta?). De este modo casi
siempre hay un trío de personajes en torno al cual se construye el relato.
Son historias trágicas y dolorosas, donde no existen el "happy ending" puesto que los personajes, al revelarse en contra de aquello que la sociedad les tiene predeterminado, están condenados desde el comienzo. De esta manera se ven superados por las adversidades que enfrentan y no tienen más alternativa que afrontar su aciago destino con resignación.
Las mejores películas de Mizogushi, El intendente Sansho (1954),
Los amantes crucificados (1954), Vida de Oharu Mujer elegante (1952) y cuentos
de la luna pálida de agosto (1953) son ejemplos de esto. En ellas Mizogushi
aprovecha de elaborar discursos críticos sobre las rígidas estructuras
sociales, la codicia y el poder desmesurados de los hombres y lo absurdo de la
obediencia ciega a los poderosos, rasgos que durante siglos (incluso hasta
nuestros días) han caracterizado a la sociedad japonesa.
Estos temas han sido el interés de muchos cineastas
japoneses, pero lo que hace al cine de Mizoguchi especial es que se preocupó de
filmarlo de manera hermosa y poética, sin caer en lo caricaturesco. Algunas de
sus películas son adaptaciones de cuentos tradicionales del Japón y muchas de
ellas están ambientadas en la era Meiji, que culminó en 1912 y en la que el
cineasta vivió su infancia, por lo que es representada con cierto aire de
nostalgia.
Los personajes femeninos son los más interesantes en el cine de Mizogushi, porque son los más elaborados, complejos y hermosos. Son
personajes que sufren los embates de un destino cruel en una sociedad
eminentemente machista y patriarcal, enfrentando sus desgracias con una sumisión
que a los ojos occidentales resulta un tanto exasperante e incomprensible, pero
que a los ojos de quien conoce los preceptos del confusionismo puede no serlo.
No obstante ello, Mizogushi elabora un discurso crítico frente a esta realidad.
Este cine está sin lugar a dudas marcado por la propia
experiencia del cineasta, puesto que siendo niño, su padre (figura castigadora
y abusiva) vendió a una de sus hermanas a una casa de geishas, hecho que marcó
profundamente al cineasta.
La señora
Juki sufre a manos de la amante de su tirano esposo en
El destino de la señora
Yuki (1950). Esta última representa los vicios de
la modernidad occidental
corruptora de las virtudes del viejo orden social.
Una de sus mejores películas es Vida de Oharu mujer elegante
(1951), ganadora de un Leon de Plata en Venecia en 1952 al mejor director. En
ella, la protagonista sufre a lo largo del filme un calvario que la va llevando
cada vez más abajo en la escala social, desde una posición de concubina
respetable hasta terminar prostituyéndose y finalmente mendigando por las
calles del Japón feudal. Es un personaje noble, que lo único que ha hecho para merecer
semejante destino es oponerse a lo que la sociedad tenía predeterminado para
ella, enamorándose de un cortesano (interpretado por Toshiro Mifune en su única
colaboración con Mizogushi). Oharu ha cedido a sus deseos carnales, pero por
sobre todo, se ha revelado contra la inamovilidad social, lo que la hace
merecedora de esta suerte de muerte en vida sin posibilidad de perdón. La película
refleja esto de manera brutal, terminando circularmente con Oharu mendigando en
las calles, de la misma manera como comienza el filme.
Oharu se ve
obligada a ejercer la prostitución para sobrevivir en
Vida de Oharu mujer elegante (1951) una de
las obras maestras de Mizogushi.
Otras películas de Mizogushi nos ofrecen potentes
reflexiones respecto de las mujeres en el Japón patriarcal. Es el caso de la
trilogía compuesta por El destino de la señora Yuki (1950), La honorable señora
Oyu (1951) y La dama de Musashino (1952), que nos hablan de la resignación, el
sacrificio y la sexualidad reprimida. Estas cintas tienen lugar en la era
Meiji, en la cual Japón comenzó su ascenso a convertirse en una potencia
industrial. Es una era más moderna en Japón pero no por eso más justa con el género femenino, no obstante sirve como excusa a Mizogushi para reflexionar sobre el
fin de una era en la que las mujeres encarnaban virtudes que en el nuevo Japón
no tienen lugar. En estas películas las mujeres que representan “lo moderno”
visten ropas occidentales en lugar del tradicional Kimono que suelen vestir las
protagonistas.
La señora
Yuki es introducida mediante este primer plano.
Desde este momento queda
establecida su condición de ser superior, mujer
cuasi etérea, digna de veneración.
Cuentos de la Luna Pálida de Agosto (1953) es tal vez la
película de Mizoguchi más popular en occidente y es una de las más bellamente
filmadas por el cineasta. Como pocas veces, Mizogushi aborda en esta película
el tema de lo sobrenatural. Es la historia del viaje iniciático del
protagonista, Genjuro, un padre de familia que abandona su hogar en busca de fortuna, siendo seducido en
el camino por el canto de las sirenas, una hermosa mujer, Wakasa, que le
proporciona todo tipo de placeres y que a la larga no era más que un fantasma.
De regreso al hogar, arrepentido, es recibido amorosamente por su mujer, solo
para darse cuenta al día siguiente que quien lo recibió era el fantasma de la
mujer que había muerto tiempo antes. Aquí el rol de las mujeres está en un segundo
plano, pero no por ello es menos relevante puesto que sirven de oposición para
elaborar un discurso en torno a la sensatez del hombre y a la debida prioridad
que debe gozar la familia en sus objetivos.
Una bella
secuencia de Cuentos de la Luna Pálida de Agosto,
una de las películas más
hermosas de Mizogushi
El personaje femenino funciona aquí por una parte como la
voz de la sensatez y por otro, de la perdición encarnada en el fantasma que
tienta al protagonista a llevar una vida de placeres descuidando sus deberes.
El alfarero Genjuro
cae extasiado de felicidad en los brazos de
Wakasa en Cuentos de la Luna Pálida
de Agosto.
El cine de Mizogushi puede ser entendido en una lectura
superficial como un cine moralizante y en cierta medida lo es, pero hay mucho más que eso. Sus películas
son ejemplos de lenguaje cinematográfico en la construcción de personajes de grandes dimensiones y en el retrato del sufrimiento. No hay movimientos de
cámara, encuadres ni secuencias de montaje irrelevantes en el cine de Mizogushi,
donde todo está al servicio de la construcción dramática de la historia.
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